El estado de la Filosofía

Mar 15, 2015 | Personal | 0 comments

Acabo de leer este artículo, «Desolación de la Filosofía«, y no he podido evitar sentirme afligida y, cómo no, indignada.

No pretendo hacerme pasar por una persona tremendamente culta, ni mucho menos especialmente inteligente, porque no lo soy; no quiero dar clases de Ética a nadie, ni sonar mística ni pedante. Es lo más sincero de mi, lo más ingenuo y simple, lo que me hace confesar, a riesgo de que parezca que pretendo otra cosa, que amo a la Filosofía (valga la redundancia), desde lo más íntimo de mi ser, y que me hace caer a pedacitos el ver cómo la gente sigue sin comprender lo importante, lo vital, y lo preciosa que es. Que es un regalo. Que en el fondo es la esencia del ser humano (¿Acaso no nos preguntamos cosas todos? ¿acaso no buscamos todos la felicidad, la llamemos como la llamemos?).

Es una vergüenza que la Filosofía tenga que seguir defendiéndose, cuando es la cuna de nuestra civilización, y una ayuda fundamental para hacerla avanzar. Sin conocer los albores de nuestro pensamiento ya es difícil ascender, pero no fomentar que este pensamiento siga, es sencillamente un suicidio, el asesinato de aquello que nos hace humanos.

Personalmente, los años que pasé estudiando Filosofía me marcaron como persona; me hicieron ver que aprender, razonar, comprender, son algo imprescindible, enriquecedor, apasionante, tremendamente divertido y satisfactorio. No es memorizar, como parece que sólo quieren que hagamos hoy en día («no te metas en la cabeza lo que te quepa en los bolsillos»), la idea no es ser una enciclopedia con patas -no es aprenderse a Homero de cabo a rabo-, sino poder razonar el por qué de esas palabras, de esas ideas, de esos hechos, lo que realmente quieren decir, descubriendo significados ocultos que aún no aparecen reflejados en ellas.

Sin la Filosofía, no sería quien soy. Probablemente, no sería ni la mitad de feliz, desde luego no me sentiría ni la mitad de completa, y me habría perdido momentos de auténtico placer razonando y debatiendo con otras personas que también disfrutaban haciéndolo.

No acabo de entender cómo puede haber gente tan necia que se niegue a comprender lo importante que es para el crecimiento del ser humano como ser pensante. O quizá el problema es que sí que lo comprenden, y por eso precisamente quieren arrebatárnosla, poniendo en su lugar basura que, lejos de invitar a reflexionar, parece que aspire, que vacíe los cerebros de los espectadores, siempre ocultos en su cueva, satisfechos con el vaivén de las sobras, sin nadie que les hable del mundo que les espera afuera.

Me han gustado muchas frases de ese artículo, haciéndome sentir una mezcla entre exaltación y amargura, pero una en concreto me ha hecho sonreír como a una niña: “ El ciudadano no debe ser solamente un empleado de la sociedad, sino alguien capaz de plantearse su sentido: un aventurero de la libertad”. Porque tiene toda la razón -sin ánimo de quitársela a otras oraciones-: sin Filosofía, somos cada vez más esclavos, estamos más indefensos y desprovistos de las armas necesarias para poder pensar por nosotros mismos. ¿Acaso Sócrates sigue avergonzando a aquellos que se creen tan listos, haciéndoles ver que en realidad no saben nada? ¿Es eso lo que les pone tan furiosos? ¿Es eso lo que les da tanto miedo?

De verdad, la incompetencia de esta sociedad para ver lo importante, lo vital que es estudiar Filosofía, entrenar el coco, pensar por uno mismo, me rompe el alma.

Sólo puedo esperar que seguirá aguantando, como lo ha hecho durante tantos siglos, siempre a contracorriente, abriéndose paso a golpe de palabras, de ideas, de pensamientos, de reflexión, de preguntas incómodas.

Desde luego, y digan lo que digan los políticos y otros seres de similar calaña, mis hijos aprenderán Filosofía. Porque quiero que se planteen cosas, porque quiero que busquen respuestas; porque quiero que sepan que no lo saben todo, y que se sientan completos y felices sabiéndolo.

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